Iglesias dominicanas del siglo XIX
La identidad del pueblo dominicano se traduce en su fervor religioso, a través de la construcción de templos, donde el pueblo asegura su alimento espiritual. La religión católica, implantada por los conquistadores, se ha mantenido a través de los siglos como la principal religión del pueblo dominicano, aunque a partir del siglo XX han permeado otras religiones, a pesar de ser la católica la religión oficial. La necesidad de construir templos no es de extrañar ya que para España, durante toda la conquista, una de las actividades primordiales era la construcción de iglesias por encima de cabildos y mercados, demostrando con esto que la propagación de la fe para los conquistadores, predominaba sobre la organizaron civil o económica.
A lo largo y ancho del territorio nacional se encuentran las iglesias de la colonia, unas bien conservadas, en algunos lugares solamente se conservan sus cimientos y muchas simplemente convertidas en polvo y olvidadas hasta en los recuerdos. La construcción de estos templos fueron promovidos por los clérigos, encargados de propagar la fe cristiana en esta lejana hija de España, la mayoría con exiguos fondos provenientes de la corona que llegaban lentamente ante la insistencia de los devotos sacerdotes.
Qué sucedió con la construcción de templos una vez alejados de la tutela de la madre patria, cuando la insipiente republica se debatía entre la miseria y las luchas políticas, durante el convulsionado siglo XIX. Las costumbres no se abandonan y los escasos habitantes que vivían en esta media isla mantenían su fe católica y la necesidad de ayuda espiritual era parte de su sustento. Para ellos la presencia de un sacerdote era necesaria en el momento de asistir a un moribundo, bautizar un recién nacido o bendecir a los desposados, todas necesidades originadas de la religión impuesta que pretende complacer a Dios como una forma de evitar castigos en la vida futura.
En estos templos se exalta la devoción de una comunidad hacia una imagen milagrosa, en otros casos se celebra una tradición centenaria o simplemente se venera al santo patrón de la comunidad, donde se combinan los ritos católicos heredados de España con los cantos y toques de tambor procedentes de nuestra segunda madre patria, África.
Durante el siglo XIX encontramos seis templos que han podido llegar hasta nosotros resistiendo las quemas patrióticas y los desastres naturales, gracias al material con que se levantaron, mampostería, ladrillos y tejas, que sustituyeron los materiales naturales con que se habían construido los templos anteriores, consiguiendo con eso asegurar su permanencia. En todos los casos los prelados tomaban la iniciativa de organizar las comunidades en torno a la construcción de los templos. Se crearon “juntas de fabricas” como una forma de conseguir la participación de las autoridades civiles que aportaban en metálico y en algunos casos hasta con impuestos creados para esos fines. También la población en general contribuía, los más pudientes con aportes de materiales y los de menor ingreso económico con trabajos voluntarios rememorando costumbres medievales.
A principios del siglo XIX, en plena España Boba, se terminó la iglesia de Bayaguana levantada en torno a una cruz que el pueblo considera milagrosa. Desde la fundación de la villa la comunidad se convirtió en un lugar de peregrinación, ya que la imagen del “Cristo de los milagros” fue traída con los fundadores desde la infortunada Yaguana. Cada primero de enero se congregan peregrinos de diferentes lugares a rendir honor a la imagen y a cumplir promesas en agradecimiento por los favores recibidos.
En medio de la miseria que imperaba después de la lucha contra los franceses y a pesar de los escasos medios económicos que poseía la comunidad, se consiguió levantar la obra en ladrillo y mampostería confeccionados por laboriosos hombres y mujeres del lugar, logrando bendecir la obra en 1819. Esta iglesia de una sola nave, hereda la tradición colonial de bóveda de medio cañón apoyada en gruesos muros reforzados por recios contrafuertes, una estructura románica aun en el siglo XIX. La gran afluencia de peregrinos motivó la ampliación de la iglesia en 1927 agregándole un cuerpo frontal en hormigón con una torre para el campanario rematada con un techo piramidal de estructura en madera. En este se observan relieves en pequeños arcos ciegos que recuerdan la tradición románica. La construcción estuvo a cargo del ingeniero Alfredo Scaroina y Montuori, catalán erradicado en el país y a quien se debe la construcción de
La segunda iglesia que se destaca, no por la solidez de su construcción sino por la intrepidez de la época en que fue bendecida, está dedicada al Sagrado Corazón de Jesús en San Cristóbal. Terminada en 1839, en plena dominación haitiana, esta iglesia se construyó en una pequeña aldea con unos cientos de habitantes que respondia al nombre de “Partido de los ingenios de Nigua”. Posee tres naves con ábside poligonal y coro alto en madera, con techo a dos aguas y claristerio, correspondiendo a la planta y sección paleocristiana. La fachada es sencilla acusando en la parte superior la inclinación del techo, con tres puertas de entrada que corresponden a las tres naves y contrafuertes que la refuerzan. Esta fue destruida por el Ciclón David en 1979 y reconstruida por
En ambos templos se distinguió el importante aporte del padre Juan de Jesús Fabián Ayala a cuyo esfuerzo tesonero se debió la recolección de fondo para completar ambas obras. Terminó sus días en la iglesia de San Cristóbal donde reposan sus restos.
No es de extrañar que el próximo templo construido en el país en materiales duraderos se remonta a los finales del siglo XIX, cuando se comenzó la recuperación económica del país, gracias a los incentivos que los gobiernos de turno concedían a los inversionistas, permitiendo la incorporación del país a las corrientes económicas que desde la revolución industrial se habían implantado a nivel mundial. En torno a una ancestral tradición sobre
Dos templos más de materiales duraderos se encuentran en el sur del país construidos a finales de este siglo,
La iglesia de Bani fue terminada gracias a varias juntas de fábrica que se habían organizado desde 1876 con la propuesta del maestro del lugar Feliz Soler. Los ladrillos para su construcción fueron cocidos en un solar al lado de la iglesia y se trajeron las piedras y el agua del río, obra realizada por hombres y mujeres devotos que querían ver terminado su templo. Cabe destacar que los esfuerzos que la comunidad realizó en la construcción de
La iglesia de Azua fue bendecida por Monseñor Fernando Arturo de Merino en 1889 sustituyendo la vieja iglesia de madera que se había quemado en 1844. Durante 7 años la comunidad se mantuvo recolectando fondos para la construcción de esta iglesia. Fue restaurada por
La última iglesia que se bendijo en el país a finales del siglo fue
Consideramos que estas seis iglesias deben ser declaradas Patrimonio Nacional, por representar el sentir de las comunidades de una época, demostrando que las creencias religiosas son esenciales para la vida de las personas quienes no escatiman esfuerzos para mantener vivas doctrinas.
BIBLIOGRAFIA
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