Bienes Culturales

lunes, 1 de febrero de 2010

EL TERREMOTO DE HAITÍ Y LOS BIENES CULTURALES

Soraya Aracena

Es muy probable que el martes 12 de enero haya iniciado como cualquier otro día en la capital haitiana de Puerto Príncipe y sus barrios aledaños. El día se inicia antes de las cinco de la mañana en los alrededores del Parque de las Flores, del exclusivo sector residencial de Petionville. Van llegando vendedoras de frutos y víveres con sus mercancías para ofrecer a las familias acaudaladas que quizás han descartado la posibilidad de irse hasta Miami o Canadá porque todavía creen en ése país que en el año 1804 logró ser la primera República libre de América Latina.

Al terminar el día, posiblemente ya recogiendo lo que quedaba de la venta, sorpresivamente la ciudad se derrumba ante los ojos aterrados de los que pudieron vivir para contarlo. Un devastador terremoto de 7.3 grados en la escala Ritcher, remueve y derrumba la ciudad de Puerto Príncipe, perdiendo casi toda su estructura física y con ella parte de su patrimonio cultural.

El patrimonio cultural de Haití, para nosotros los caribeños, reviste gran importancia, dada su abundante riqueza que se manifiesta de diferentes maneras. En arquitectura podemos citar dos ejemplos emblemáticos que fueron destruidos con el terremoto, la Catedral de Notre Dame, ubicada en el distrito de Bel Air en el centro de Puerto Príncipe y el Palacio Presidencial, ubicado en los alrededores del campo de Mars, lugar que actualmente se ha llenado de refugiados del desastre.

A éste patrimonio, también pertenecen algunos barrios, como la comunidad artística de Croix de Bouquets, ubicada apenas a 15 minutos de la ciudad de Puerto Príncipe, donde viven decenas de integrantes de un colectivo de artistas dedicados a confeccionar obras de arte en hierro, obtenido de las bases de tanques de ese material que se venden, no sólo en Haití, sino también en República Dominicana. En esta comunidad asistimos, el pasado 6 de noviembre, a un toque de tambores vudú, donde escuchamos la música y observamos las instalaciones artísticas que se exhibían estratégicamente en el patio, donde se fusionaban símbolos del vudú como Vevés, (dibujos realizados con polvo de harina) con otros pertenecientes a festejos modernos, como la fiesta de Hallowen, propia de los Estados Unidos de Norteamérica, que ha penetrado últimamente.

Otra de las manifestaciones culturales de incalculable valor en Haití es su musicalidad, impregnada de ritmos africanos, europeos y de las diferentes regiones que componen el país, destacándose la calidad y trascendencia de sus ejecutantes y cantantes, evidenciado en el festival musical San Charles, celebrado el día 5 de Noviembre del pasado año, al que tuvimos la fortuna de asistir en compañía de la promotora artística Pascale Jaunay.

En este festival en el que había aproximadamente 5,000 personas, casi todos jóvenes tuvimos la oportunidad de escuchar varias agrupaciones musicales, las que interpretaron rap y el estilo musical que fusiona la rítmica del vudù con otros ritmos, conocido como “Racine”, que se popularizó en los años 90 logrando proyección internacional.

De este movimiento musical, existen decenas de exponentes, siendo uno de los más conocidos el grupo Boukman, cuyo director no pertenece a la religión vudú pero se ha nutrido de sus toques para producir su propia música. Otro intérprete de este estilo es Lenor Fortuné, conocido en el ámbito musical como Azor, quien dirige la agrupación “Racine Mapou” y ha elaborado una maquinaria musical electrónica que mezcla con los ritmos del vudú, logrando así una música más moderna.

Junto a esta música, actualmente se encuentran las llamadas “Banda a Pié”, formadas por grupos de jóvenes que hacen música con cualquier cosa que suene, preferiblemente de viento. Estas bandas están formadas por más de veinticinco músicos jóvenes, algunas de las cuales tocan con partituras, diferenciándose de los tradicionales grupos de Rará (Gagá). Estos grupos de músicos caminantes se iniciaron durante la revolución, cuando bandas de revolucionarios caminaban al sonido del tambor que los unía. Estas bandas tocan cualquier música, incluso la evangélica, como nos expresaran los directivos de la Asociación de Bandas a Pié de Petionville.

Parte de la cultura material haitiana, está contenida en los escritos que han producido sus intelectuales, algunos decisivos para el mejor conocimiento de sus expresiones culturales como los boletines que publicara para los años 50 el Bureau de Etnología, fundado por el ex presidente Francois Duvalier, que aunque respondía a sus intereses, publicaba artículos firmados por prestigiosos intelectuales, como: Milo Rigo, Odette Rigo y Jacques Roumain entre otros. Estos contribuyeron a resaltar las expresiones espirituales y materiales populares dándolas a conocer ante el mundo. La colección de estos cuadernos está depositada en el Bureau de Etnología, institución fundada en el año 1942 y cuya edificación se encuentra en la ciudad de Puerto Príncipe, no tenemos conocimiento de si esta edificación ha podido resistir la devastación del terremoto.

La manifestación artística que mayor proyección en el ámbito internacional y nacional ha tenido ese país, hasta el momento del trágico sismo, es la pintura. No sabemos las condiciones en que se encuentran las diferentes obras de arte en estos momentos ya que los lienzos estaban dispersos en diferentes lugares y galerías de arte. Artistas de la talla de Wilson Biagaud, Castera Basile y Philomé Obin pueden haberse perdido para siempre. También obras de jóvenes artistas y sus talleres, pueden haber sido afectados.

Una parte de los bienes culturales haitianos tangibles, son las esculturas de la parafernalia de los templos del Vudú, que están a cargo de la señora Marianne Lehman, de la Fundación para la Preservación, la Valorización y Producción de Obras de arte Haitianas. Estas obras de arte, han engalanado importantes exposiciones de arte en Estados Unidos y Suiza. Estuvieron expuestas en la República Dominicana, con ocasión del VIII Festival Antropológico de Culturas Afroamericanas, en el año 2001. Quizás, estas esculturas por los años que tienen de realizadas, así como la fragilidad de las mismas, podrían haber sufrido daños.

También nos preguntamos por los templos, donde se encuentran los altares, espléndidas obras de arte popular, en los que se venera y tributa a los dioses. Entre los altares podemos mencionar el que se encuentra en el templo del sector de Marianni, cercano a Puerto Príncipe, uno de los más antiguos, presidido por el reconocido sacerdote e investigador Max Beauvoir y al que están afiliados algunos miembros de su familia, entre ellos su hija, la antropóloga Rachel Beauvoir Dominique, quién también es sacerdotisa del Vudú. La pérdida de estas expresiones populares pone en peligro la supervivencia de algunos elementos de esta expresión espiritual, qué junto al catolicismo y la evangélica, cohabitan en Haití.

El Vudú, perteneciente al Gagá, es un culto que se manifiesta en Republica Dominicana a través de la inmigración haitiana, principalmente en los bateyes. Es propio de la Cuaresma y en especial de la Semana Santa, donde se resalta la batería musical formada por los bambuses o “vaccines”, flautas de madera, así como el tambú y la Tatúa, especie de trompeta que impregna un sonido peculiar a la música de este culto. Esta música ha merecido decenas de artículos de periódicos, estudios de los antropólogos June Rosemberg (1979) y José Francisco Alegría (1994), así como obras de teatro, pinturas y novelas inspiradas en el tema.

Ante todo lo expuesto y a manera de conclusión, los daños provocados a la cultura haitiana por parte del sismo, son inestimables, por lo que consideramos que como parte de la tarea de reconstrucción de esa nación, es urgente la realización de un inventario de lo que no ha podido permanecer de sus bienes culturales, a fin de conservarlos, pues en ellos está contenida la historia de esta patria vecina ante la que nos solidarizamos.

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