Bienes Culturales

martes, 4 de mayo de 2010

SAN CRISTÓBAL, HAINA Y NIGUA Y LA PERSISTENCIA CULTURAL AFRICANA

Soraya Aracena

La provincia de San Cristóbal, está ubicada en la región sur de la República Dominicana, a escasos kilómetros de la ciudad de Santo Domingo, a ella pertenecen los municipios de Haina, San Gregorio de Nigua, Villa Altagracia, Cambita y las comunidades de Yaguate y Najayo Arriba, entre otras.

Según la historia, los orígenes del nombre se remontan al año 1500, cuando el aragonés Miguel Diez de Aux, que acompañó a Cristóbal Colón como criado en su segundo viaje, fundó allí, junto a su esposa la cacica Ozema, el bastión de San Cristóbal, lugar donde se descubrieron minas de oro en las orillas del río Haina.

Una gran parte de los habitantes de esta región desciende de los primeros esclavos traídos desde África que trabajaban en la producción del azúcar, especialmente en los poblados de Haina y Nigua, donde se establecieron trapiches.

En 1976, en el Ingenio Boca de Nigua, donde diariamente retumban los tambores, se protagonizó una gran revuelta que dio origen a la abolición de la esclavitud en la parte española de la isla. “La insurrección de los negros ocurrida entre los meses de octubre y finales de noviembre no fue un hecho aislado de la factoría azucarera ya mencionada, sino que fue en nombre de las demás haciendas, hatos y estanterías de San Cristóbal. En ella participaron esclavos de las siguientes plantaciones: Santa María de Urea, la Pared, ingenio Viejo Cumbá, Cambita, Sterling, Itabo, Palavé, Engombe, Pedro Brand y Medina entre otras”[1]. Los esclavos que intervinieron en esta acción, fueron condenados a la horca y luego descuartizados en la Plaza Mayor de la ciudad de Santo Domingo. De este ingenio todavía se conservan sus ruinas que podrían utilizarse como atractivo para las visitas culturales.

En esta gran sublevación, participaron esclavos Wolof o Jelofes, los que formaban parte del imperio del mismo nombre que se extendía desde el río Senegal hasta Gambia. Aunque la presencia de esta etnia fue prohibida desde 1532, a raíz de su participación en la primera revuelta del ano 1521que se realizó en el ingenio de Diego Colon, estos siguieron entrando a la isla (la trata esclavista según refiere el investigador Carlos E. Deive, se extendio hasta el siglo XVIII), por lo que también estuvieron presentes en este hecho

Después de la abolición de la esclavitud en la española, anunciada por el presidente Jean Pierre Boyer en 1822, la producción del azúcar siguió siendo el renglón más importante de la economía del momento. A finales del siglo XIX, esta industria se vio impulsada con la instalación de modernos ingenios movidos por la maquina de vapor y administrados por grandes centrales. Uno de los más importantes de la región sur, fue instalado en 1949 en la desembocadura del río Haina, a iniciativa del dictador Rafael L. Trujillo.

En estos nuevos ingenios, además de trabajar gran cantidad de los descendientes de los primeros esclavos, laboraban haitianos, muchos llegados ilegalmente y muy pocos de manera legal, éstos últimos en especial bajo acuerdos de los gobiernos dominicanos y haitianos durante las dictaduras de los fenecidos Joaquín Balaguer y Jean Claude Duvalier.

Los haitianos habitaban en los bateyes, cercanos a los ingenios en los denominados barrancones, habitad de una sola pieza. En cambio los dominicanos que también trabajaban en los ingenios, vivían en viviendas con mejores condiciones de habitabilidad.. Ante la cantidad de negros que llegó a vivir en el poblado de Haina en los anos 50 y con el pretexto de mejorar la raza, el dictador Trujillo, promovió la inmigración de campesinos de la región norte o cibao y del sur, en particular de la provincia de San José de Ocoa hasta ese poblado.

Tras la caída del negocio de la caña se comenzaron a instalar en la zona los parques industriales y la refinería de petróleo y se abrió el puerto, impulsando la economía en esta región del país, por lo que muchos dominicanos y haitianos empezaron a asentarse cerca de estas fuentes de trabajo, lo que trajo como consecuencia un crecimiento desorganizado de la población, así como una gran contaminación producida por la refinería.

Los inmigrantes haitianos que inicialmente llegaron a laborar en la producción del azúcar, trajeron elementos de su cultura material y espiritual, como la religión vodú y sus cultos, siendo uno de éstos el del gagá, expresión social y religiosa, propia de la Semana Santa. Esta expresión al principio era exclusiva de haitianos pero actualmente fue adoptada por dominicanos y folklorizada. En esta se destaca su batería musical, donde se utilizan como instrumentos fututos de caracol, tatúas que hacen las veces de trompetas y el mítico tambú, tambor del que existen diestros tocadores, esta banda, a decir de algunos investigadores de la música, es similar a la de una banda de Jazz

Aunque los primeros africanos embarcados hasta el país no pudieron traer su cultura material, recrearon elementos de la misma y los fundieron con los que encontraron en su nuevo hábitat, como puede observarse en el caso de la religiosidad popular, en la que aparecen luases, con nombres de dioses africanos como OGGUN.

Los esclavos traídos de África, conocieron la religión católica, ya que desde su llegad eran bautizados. “Para los esclavistas introducir a los negros al catolicismo fue un medio de acreditar su propiedad, puesto que los archivos eclesiásticos eran oficiales”, por lo que en el país prevalece una expresión religiosa donde continuamente se manifiesta el sincretismo afro-católico, particularmente en las comunidades de Haina y Nigua.

Preciso destacar que aunque los africanos en su tierra de origen profesaban las religiones según su origen, al encontrarse fuera de su habitad donde la mayoría hablaban diferentes dialectos, adaptaron los elementos que parecían comunes a la religión que conocían y las fundieron con las exigencias del catolicismo, lo que trajo como resultado un sincretismo que se han mantenido vía la oralidad y en algunos casos desvirtuada.

Esta espiritualidad es parte de la vida cotidiana de sus practicantes, los “luases “ o “misterios”, como se conocen las deidades que forman parte de esta religiosidad, rigen su vida, les protegen, abren los caminos, ayudan en la suerte, el amor y la salud, por lo que son venerados con cultos y festejos. Algunos, muy africanos, como el que tiene que ver con el Barón del Cementerio, deidad asociada al reino de los muertos de mucho poder y fuerza por lo que muchos jóvenes están penetrando al culto.

Dichos festejos son auspiciados por los creyentes y por los dueños de altares, quienes generalmente son denominados “brujos”, a quien sus seguidores atribuyen el don de la adivinación, recurriendo, para hacer su trabajo a la luz de velas, lectura de la taza de café, tabaco, cartas o simplemente a la adivinación vía los “misterios. Se realizan el día en que el calendario católico dedica al santo o en cualquier otra fecha que el lo pida y siempre que económicamente se pueda, pues estas fiestas resultan un poco caras, ya que tienen que afrontar gastos de comida, rezadores, músicos y bebidas, gastos que son aportados por aquellos individuos a quien el santo le ha concedido alguna “gracia”, o personas allegadas al altar.

Es importante destacar que en las regiones de Haina, Boca de Nigua, San Gregorio, Hatillo y Santa María de San Cristóbal, hay conocidos sacerdotes de la religión popular los que auspician fiestas en honor a los santos católicos, entre las que se encuentran tradiciones muy antiguas que hicieron su llegada desde la época de la colonia, como es la celebración de Corpus Cristi. “Las primeras noticias de esta celebración están dadas en Aragón y Levante, aunque pronto se extendieron por España y al primer lugar donde fueron traídas fue a la Española, donde se mantienen a pesar de los siglos que has transcurrido, como es posible apreciar en varios lugares del país, entre los que mencionamos la comunidad de Santa María, ubicada a escasamente 5 kilómetros de la provincia de San Cristóbal”.

En la fiesta se celebra una procesión donde acuden masivamente los afiliados a la religión donde llevan al santo al calvario, rezan oraciones del catolicismo, como el rosario, tocan salves y frente a la iglesia tocan el ritmo conocido como “palo de muerto”, modalidad rítmica tocada a golpe de palos o atabales, con un sonido lento y canciones responsoriales a manera de lamento.

Otra fiesta de esta zona, es la de San Antonio, realizada por doña Graciela Alba quien posee un imponente y frecuentado altar, en el que celosamente guarda el “santo madre”, donde la gente acude a pedir favores y a ofrecer limosnas y promesas .El santo es prestado a algunas personas que lo solicitan para sus procesiones, como es el caso del músico Giovanny Guzmán, quién heredó de sus familiares la tradición de venerar a San Antonio.

La fiesta de doña Graciela, es una de las más importantes de la región, que comienzan a celebrarse nueve días antes del día en que el catolicismo consagra al santo, durante los que se rezan oraciones católicas y el grupo “Salves a San Antonio” dirigido por Graciela, entona las salves. De estas canciones o salves, se encuentran dos tipos, una que entona las canciones de la iglesia y las otras improvisadas y se refieren a sucesos de la vida cotidiana. Son interpretadas en su mayoría por mujeres acompañadas por panderos de madera, y otras se acompañan del balsié,

Además de los festejos a San Antonio, en la casa altar de “Chimbi”, para el día 25 de julio se celebra a Santiago Apóstol, sincretizado en esta religión con la deidad africana conocida como Oggún, guerrero, dueño de los metales. Como parte las actividades que acompañan esta celebración, se realiza una hora santa, en una de las casas de las familias que tienen promesas, la que es presidida por el “brujo” o “caballo de misterio”, como se denomina en esta religión a todo aquél que es poseído por los misterios al momento del trance.

También se efectúa una procesión en la que el público recorre varios lugares del poblado y el santo es llevado a las casas de las personas que así lo piden, para cumplir promesas, ya que se le atribuyen poderes para curar enfermedades. La procesión se acompaña de carreras desorganizadas de caballos y es amenizada a golpe de toques de salves y palos, interpretadas por destacados músicos que aunque no pertenecen a una agrupación formal, improvisan una para la ocasión. En la rítmica que se escucha en esta significativa actividad destacan dos instrumentos musicales, la guira y el balsié, este último es un tambor pequeño de madera, recubierto por una membrana de piel de chivo que se toca acostando el instrumento en el suelo y con la planta del pié.

También en casa de “Chimbí “al día siguiente de la celebración a San Santiago, se homenajea a Santa Ana, conocida en el país como “Anaisa”, coqueta y amante del lujo y los hombres, viste de amarillo y gusta tomar cerveza. Para su día se tocan merengues y sones, a cargo de pequeñas agrupaciones musicales.

En el barrio “los coquitos” de Haina, en casa de Marcia, se hacen fiestas a San Carlos Borromeo, sincretizado bajo el nombre de “candelo”, amante del fuego. En estos festejos confluyen dos expresiones musicales, la primera el vudú, interpretado con una batería de tres tambores acompañada del sonido de una azada de metal que hace la función de clave. Cuando los tocadores de vudú descansan, entra en escena la agrupación de atabales “Los Clásicos de Itabo”, dirigida por Yokán, quienes generalmente amenizan esta actividad, cantando y tocando a los “misterios” lo que provoca el trance o posesión.

En la zona de Haina, según nos comentó Alberto Benítez, “Alberto Yogo Yogo”, destacado músico tocador de atabales, hay varios ritmos pero predominan el “palo jalao y palo de muerto. En el palo jalao, el palo mayor se jala hacia arriba y en el palo de muerto es de lamento, por lo general no hay guiras.

Hasta aquí hemos podido describir, muy brevemente, algunas de las expresiones espirituales que caracterizan este lugar, donde todavía en este siglo XXI, el tambor sigue repicando, quizás recordando a esos antecesores africanos que forjaron parte de lo que es la cultura dominicana y de otros pueblos de América y el Caribe con los que tenemos unas semejanzas que nos unen.



[1] Solano,Darío. La Ruta del Esclavo.Pág. 100.2006.Unesco. Santo Domingo, República Dominicana.

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