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lunes, 1 de marzo de 2010



Santiago de 1844


Las contribuciones del primer Santiago de América en el acontecer histórico nacional son significativas desde el comienzo de su fundación en 1495.

La batalla del 30 de marzo de 1844, consolidó la victoria obtenida por las tropas dominicanas el 19 en Azua, bajo el mando del General Pedro Santana y Antonio Duvergé, lo que contribuyó de manera fehaciente a robustecer el sostenimiento de la naciente República, proclamada el 27 de febrero de ese mismo año, marcando el fin de 22 años de opresión haitiana.

Los intentos haitianos por recuperar de nuevo el control político, social, económico y cultural del territorio dominicano, continuaron desde el mismo instante de anunciarse la proclamación de la República; pero la gallardía y él valor mostrado por los dominicanos, tanto en Azua como en Santiago, lo imposibilitó.

La acción bélica del 30 de marzo, es una epopeya magna de la historia nacional; por lo que significó en la conciencia del pueblo dominicano.

Desde que se conoció la infausta noticia de la nueva invasión haitiana, comandada por el general Juan Luis Pierrot y con instrucciones precisa del presidente charles Hérard de ocupar los territorios de la línea noroeste, se emprendieron de inmediato los planes defensivos del ejército dominicano para repeler las huestes haitianas que se dirigían a toda marcha hacia la comarca de Santiago.

El pánico se apoderó por un instante de los habitantes de Santiago, por la superioridad numérica de las tropas invasoras, pero rápidamente, ese temor se transformó en espíritu de lucha, dispuestos a defender con su sangre lo que se conquistó en febrero.

El general Francisco Antonio Salcedo (Tito), oriundo de Moca, marchó al primer encuentro con las topas haitianas en Talanquera y Escalante, con la misión de contener el avance destructor de las tropas haitianas que marchaban hacia Santiago. Desde la región sur llegaron refuerzos al mando del coronel Ramón Santana.

Los ciudadanos franceses: José María Imbert, Achille Michel y Pedro Eugenio Pelletier, fueron piezas clave para el triunfo dominicano por su probada experiencia militar, lo que permitió una buena organización de las tropas para el combate que se avecinaba. Con la designación del Geral. Imbert al mando, se recuperó el espíritu de lucha, el valor y la confianza para ganar la batalla.

No había transcurrido un mes de la proclama de la independencia, proclamación que se vio a punto de perecer, pero la acción firme, valiente y decidida de hombres como José María Imbert y Fernando Valerio López, lo imposibilitaron con el triunfo heroico del 30 de marzo.

El pueblo en su totalidad y sin distingo de clase, se integró a la lucha. Fue una hazaña donde el valor y las tácticas de combates se impusieron sobre el ejército haitiano.

La consolidación de la República era un objetivo común entre los grupos sociales. Aquellos dominicanos egregios, que conformaban el frente de combate de los andulleros, comandado por Fernando Valerio, fueron vitales para el triunfo de las tropas dominicanas por su arrojo y valentía, muchos de éstos soldados dejaron su vida en combate. Valerio y sus andulleros combatieron con fiereza para sostener aquel grito iniciado en los memorables días de Febrero.

Es la voz de la historia que resuena en la razón; quizás con los espíritus combativo de Enriquillo, Álvaro Garabito, de Antonio Miniel, Damián Castillo y Lemba, es el grito de victoria de Palo Hincado y Limonade que resurge de las voces de su propia gloria para caer convertido en sable, lanza, machete y cañones, en la sabana de Santiago, para defender los colores patrios de la nueva bandera de la República.

Esos hombres llevaban impregnado el heroísmo bajo la dirección de los generales y coroneles José María Imbert, Francisco Antonio salcedo, Fernando Valerio López y Juan Luis franco Bidó, Pedro Eugenio Pelletier, Archille Michel, José López, que se montaron sobre el corcel brioso de la gesta patriótica, para alcanzar la meta de la victoria.


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