lunes, 11 de abril de 2011

Hacer cultura

19 de marzo del 2011

Enviado por: Ylonka Nacidit Perdomo

Ylonka Nacidit Perdomo

La cultura es un lenguaje de formas. Hacer cultura en la República Dominicana es re-valorizar las creencias, creaciones y las expresiones auténticas del legado de nuestros ancestros pre-hispánicos y las herencias espirituales (taínas, eurocéntricas y africanas) del pasado.
La cultura alberga como tal y en esencia la relación casuística de la naturaleza con la barbarie y la civilización. Es el devenir, el río que va por las orillas del tiempo para cruzar el antes y el después.
La cultura como arte no se hace sólo de memorias, de encuentros y des-encuentros, de factibles exactitudes históricas o prolongados períodos en los cuales la acción humana se expande al ritmo de un latir escondido en las consciencias que la muerta exalta como lo eterno. Se ha escrito mucho sobre que el Caribe se nutre de un imaginario exótico y de elementos antropológicos y etnológicos de la fusión y choque de dos culturas.
Hacer cultura, dirigir cultura, promover cultura, proyectar cultura, desde el Estado, es una acción "oficial" compleja a la cultura en sí misma. Ir detrás de las huellas de esa manera de ser-en-el-mundo, conocer cómo se fecunda su organicidad; los cantos de los espíritus que se aglomeran en ella milenariamente, las connotaciones del discurso de la tradición, las transformaciones y metamorfosis que el ser humano le impregna.
A la cultura hay que dejarla ser; es imposible hacer de ella un dominio técnico-racional; su rostro inocente, en el alma de los pueblos, siempre se re-inventa, porque ella no conoce de estereotipos, sólo de cotidianidades. Cuando se le quiere liquidar, subordinarla al mercado con argumentos de modernidad o apuesta comercial, empieza a danzar en el vientre de la tierra.
La cultura es naciente; todos los días se hace cultura, reminiscencias del ayer, del hoy y del después inmediato desde la llegada de los rayos del sol a la faz de la tierra. La cultura trae su estética vital, única, a veces, variable; identitaria; no importa las latitudes donde habite; ella sabe migrar, apropiarse sin alarde de los escenarios, traspasar las fronteras como signos, mitos o arquetipos. La cultura no hace la guerra ni es un arma de guerra; no se esfuerza por minar de miseria humana a los pueblos, sino en ser una precursora de conexiones invisibles; su propiedad, si existiera, pertenece a los colectivos; así como el conocimiento es un conjunto de mundos que pertenece al "sistema mundial", hoy al "sistema global" de los pueblos.
Difundir el saber de la cultura, custodiarla como se pretende, a veces, es hacerla destinataria de territorios inmensos; llevarla en idas y vueltas, dándole un nombre a esta hazaña: la cooperación bilateral o multilateral.
Es cierto, es urgente dar a conocer, que el dominio público de la cultura se comprenda y se asuma desde la diversidad, sin censuras ni prédicas desleales; la cultura no puede ser presa de la avaricia global de las "industrias culturales" ni privatistas de sus generadores.
No se puede, en su promoción, ser "empaquetada", simplemente como una "marca" rumbo a conquistar comunidades que poseen su acervo propio, o para adueñarse de metrópolis suntuosas.
Está claro que la cultura sabe cuándo llamar la atención, cuándo ser un saber espontáneo, cuándo no dejarse devorar; cuándo vivir olvidada, cuándo reclamar su parentesco con otras culturas; cuándo pedir la fusión... en fin, ella no necesita que
"fríamente" otros, maravillados y fascinados por su cosmología de primer orden en la civilización, intenten "dar forma", "inducir" y "trasmitir" los aspectos que hacen a los pueblos ser iguales, diferentes entre-sí, contradictorios entre-sí, y diversos entre-sí.

Publicado en Acento Digital 19/3/2011

pereyra

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